
Hay campos de golf que se juegan con técnica, y otros que se viven con el alma. El de Rosewood Cape Kidnappers, en la costa oriental de Nueva Zelanda, pertenece a esa rara estirpe de lugares donde el deporte se funde con el asombro. Suspendido sobre acantilados que caen en picado hacia el Pacífico, este campo no es solo una obra de ingeniería brillante: es un poema tallado en verde, piedra y viento.

Diseñado por el visionario Tom Doak, este par 71 es una sinfonía de retos y belleza salvaje. Las calles serpentean por crestas y valles, firmes y rápidas como oleadas de tierra viva. Desde cada tee se despliega un espectáculo distinto: barrancos vertiginosos, trampas de arena que desafían la lógica y fairways que parecen flotar sobre el abismo, a más de 140 metros sobre el nivel del mar. Jugar aquí es caminar por el borde del mundo, con el corazón atento a cada swing y los ojos robados por el horizonte.
Pero más allá del diseño, es la emoción la que define a Cape Kidnappers. Cada hoyo ofrece una nueva perspectiva, un nuevo vértigo, una nueva historia que se escribe entre el cielo inmenso y el océano interminable. No es casual que esté considerado entre los mejores campos del planeta: aquí, el golf se convierte en experiencia total.
El Clubhouse, instalado en un antiguo cobertizo de lana, conserva el alma rural de Hawke’s Bay. Su atmósfera acogedora, de maderas nobles y piedra viva, contrasta maravillosamente con la sofisticación del juego. La terraza que lo rodea es un mirador privilegiado: allí, con una copa en mano, el mundo parece calmarse. Ya sea para un almuerzo relajado, una celebración íntima o un evento especial, este espacio ofrece el equilibrio perfecto entre la elegancia y lo esencial.

El hotel Rosewood Cape Kidnappers es un santuario escondido entre colinas ondulantes y acantilados que se asoman al Pacífico, en la región vinícola de Hawke’s Bay. Aquí, el lujo lo encontramos en la calidez de la piedra natural, en las chimeneas que arden con elegancia discreta, en las vistas infinitas que se cuelan por cada ventana. Este edén ofrece una experiencia inmersiva en la naturaleza neozelandesa, con un servicio impecable que respeta el silencio del paisaje y una atmósfera que equilibra lo rústico con lo refinado. Es el tipo de lugar donde cada detalle está pensado – un refugio donde el tiempo se dilata y el alma se siente en casa.
Jugar en Rosewood Cape Kidnappers es aceptar una invitación al asombro. Es sentir cómo la tierra y el deporte se entrelazan con la historia del paisaje. Y es, quizás, entender que hay lugares que se quedan contigo mucho después de haberlos dejado atrás.
