
El famoso Apfelwein tiene una larga tradición en Hesse, Alemania, pero se convirtió en un nombre familiar en el siglo XIX y ahora se considera una bebida regional ‘de autor’. El vino de manzana en sí mismo, aunque no la variedad ahora popular en el estado de Hesse, ya era conocido por los antiguos griegos y romanos.
Este vino de frutas tiene una larga tradición en regiones donde el cultivo de la vid es difícil por el clima o el suelo. El tipo de vino de manzana a menudo llamado “Cidre” es una variedad más dulce con más contenido de alcohol. En el Estado de Hesse, donde se encuentra Frankfurt, el vino de manzana se elabora de forma tradicional sin añadir azúcar y con una fermentación completa.

El vino de manzana se puede conservar de la misma manera que otros vinos. Tradicionalmente, sin embargo, esto se hace utilizando un porcentaje muy pequeño de frutas ácidas que aclaran el vino de manzana y lo conservan. Una de las variedades de frutas tradicionales para esto se llama “Speierling”, que ni siquiera es una manzana, sino que proviene de la familia de serbal-fresno de montaña.
Hoy en día esta sidra tradicional alemana generalmente se asocia con la hermosa ciudad de Frankfurt, donde se sirve en una clásica jarra blanca con diseños azules. Tuve el placer de descubrir y degustar esta bebida en uno de los establecimientos más tradicionales de la ciudad: Apelwein Haus Wager.

Desde su construcción en 1902, esta taberna de vino de manzana ha estado ubicada en Schweizer Strasse 71 en Frankfurt-Sachsenhausen. Adolf Wagner y su esposa Leni adquirieron la finca en 1931, una apuesta arriesgada, especialmente en medio de la Gran Depresión. Sin embargo, después de una profunda renovación, la primera copa de vino ya se sirvió el 19 de diciembre de 1931. Desde esta fecha la taberna de vino de manzana Adolf Wagner es de propiedad familiar, ya en su tercera generación – la historia familiar continúa en el espíritu de su fundador.
El perfecto maridaje con el vino de manzana son las tradicionales salchichas alemanas de la región o el wiener shniztel, el cual disfruté con papas y una clásica salsa verde de temporada. Después de sumergirme en la cultura de Frankfurt a través de su gastronomía e icónica bebida, me dejé llevar por la belleza de su centro histórico. Disfruté del RheinMainCard, el cual incluye el trasporte público de la ciudad y maravillosos descuentos en diversas atracciones y museos.
Llamada Römerplatz, la plaza principal de la ciudad es un portal al pasado. Aquí se encuentra el edificio más identificable de Frankfurt, el Römer – una construcción medieval y uno de los monumentos más importantes de la ciudad. El Römer está ubicado frente a la iglesia Old St. Nicholas y ha sido el ayuntamiento de Frankfurt durante más de 600 años. Recorriendo las calles que desembocan en esta bella plaza y paseando por las orillas del río, me enamoré de este fascinante destino.
