La Mallorquina: Un suspiro de España en San Ángel

Al entrar a La Mallorquina, en el pintoresco San Ángel, el aire parece susurrar secretos de antiguas tierras. Aquí, donde el tiempo parece detenerse, se alza un refugio que transporta a los amantes del buen comer al corazón de España. En sus mesas se sirven recuerdos, historias de sabor que atraviesan fronteras y generaciones.

La promesa de una gastronomía auténtica y sublime se encuentra bajo el arte del chef Pablo Palomo, cuyo talento, como un alquimista de los sabores, convierte lo simple en sublime. Cada bocado es una travesía. Cada plato, una declaración de amor a la tradición española.

Primero llegaron las croquetas de jamón serrano, pequeñas joyas doradas que crujían suavemente al primer toque del tenedor. Su relleno, suave y cremoso, desvelaba la intensidad del jamón, con su salinidad justo en su punto. Un bocado de pura nostalgia, como si en cada croqueta se destilaran años de historia y tradición, llevándonos, a través del paladar, a los campos de Castilla y León, donde el jamón serrano se cura bajo cielos interminables.

Luego, como una ola que acaricia la orilla, llegó el arroz caldoso. El arroz, bañado en su caldo espeso y fragante, absorbía la esencia del mar y la tierra, creando una sinfonía de sabores que danzaban entre la suavidad del marisco y la profundidad del caldo, haciendo que cada cucharada fuera una invitación a no detenerse, a dejarse llevar por la corriente de la tradición.

La magia no solo reside en la cocina, sino en el ambiente. Las paredes de La Mallorquina, impregnadas de historias y recuerdos, parecen cantarnos con un murmullo que se mezcla con el chisporroteo de las cazuelas. Aquí, cada ingrediente cuenta su propia historia, y cada plato es una carta de amor a España, tan profunda como el sol que se pone tras la sierra, tiñendo de dorado las montañas y las memorias.

Así, en esta joya en San Ángel, donde el tiempo se diluye en sabores y aromas pude vivir una experiencia mágica. Una vivencia que trasciende los límites de lo físico, llevándonos a una España que palpita en cada bocado, en cada conversación y en cada sonrisa de quienes, como Pablo Palomo, dan vida a este trozo de alma gastronómica.


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