El arte de gozar: Gaudir

En una esquina de la ciudad donde el tiempo parece detenerse y el alma encuentra reposo entre aromas y risas suaves, descubrí Gaudir Taverna Gastronómica, un lugar donde el verbo “disfrutar” no se conjuga, se vive. Aquel día, al cruzar su umbral entré a un espacio tejido con intención, con historia, con ese anhelo antiguo y profundo de compartir lo bueno, lo verdadero, lo que se queda en la memoria mucho después de que el mantel se ha recogido.

Allí conocí al chef Cesc, cuyos ojos hablan tanto como sus manos. Tiene la mirada de quien ha recorrido cocinas con la humildad del aprendiz y el fuego del artista. Junto a Gaby, su cómplice en esta aventura culinaria, han creado un refugio donde los ingredientes que se abrazan. Donde cada platillo es una carta abierta a la emoción, una invitación a detenerse y mirar —no con los ojos, sino con el paladar— lo que puede suceder cuando la técnica se encuentra con el amor.

Elegir el menú de degustación es aceptar una promesa; y cada tiempo fue un suspiro. Entre las joyas que me enamoraron resalta la coca de foie gras, delicada, crujiente, sutil. Un bocado que hablaba en voz baja, pero decía tanto: dulce, salado, tibio, etéreo. Después vino el arroz caldoso, con esa textura entre melosa y valiente, como si el mar hubiese decidido contar su historia en lengua catalana. Era un plato que no buscaba asombrar, sino conmover… y lo logró.

Cada preparación estaba pensada como si fuera la única, como si ese día y esa mesa fuesen los últimos del mundo. En Gaudir el vino acompaña sin robar escena. Es la conversación que fluye como parte del servicio. Es la música baja, el gesto amable, el espacio entre platillos que invita a mirar a quien te acompaña con otros ojos. Aquí, el acto de comer se vuelve rito; la compañía, liturgia.

Cesc pasa por las mesas como quien revisa una obra en proceso, atento pero sin solemnidad. No hay distancia entre cocina y mesa, entre chef y comensal. Hay un hilo invisible —tejido de pasión, respeto y memoria— que une a todos los que esa noche decidimos detenernos en este rincón llamado Gaudir.

En ese gozo sencillo y profundo entendí por qué eligieron ese nombre. Porque “gaudir” no es solo disfrutar, es entregarse al instante con todos los sentidos despiertos. Es ese momento irrepetible en que el vino, el plato y la mirada del otro se alinean como constelaciones íntimas.


Leave a comment