
Hay mañanas que no se despiertan, se celebran. El domingo en la Ciudad de México, envuelto en su ritmo lento y su luz dorada, encuentra un nuevo ritual en la terraza de TRIVVU. Allí, donde el diseño respira frescura y el pulso de Polanco se vuelve íntimo, nace NoHa Brunch: una experiencia que no se define por lo que se come, sino por lo que se siente.
Desde temprano, el aire se perfuma con café recién molido, frutas que relucen como joyas, y pan horneado con la paciencia que exigen los pequeños placeres. Las mesas comienzan a llenarse de energía: corredores con la piel aún tibia de movimiento, amantes del brunch que llegan como quien acude a misa, y curiosos que buscan en una taza o en un platillo, la promesa de un día que empieza bien.

NoHa es una intención: cada bocado parece responder a una pregunta que el cuerpo aún no ha formulado. El pozole vegano calienta como un abrazo temprano. Los tacos de barbacoa despiertan memorias, mientras el omelette de claras con mole juega a equilibrar indulgencia y nutrición. Hay bowls con superfoods que colorean la mañana, smoothies que despiertan las células y opciones sin gluten que no hacen concesiones al sabor.
Aquí, el brunch se adapta. Se desliza entre dietas keto, caprichos dulces, preferencias veganas o deseos inesperados. No hay reglas, ni extremos: hay placer. La panadería ofrece la recompensa justa. La barra de cafés y bebidas revitalizantes sirve la energía que inspira.
La música flota suave, como una complicidad invisible. La luz natural entra sin pedir permiso, y el diseño del lugar —con sus texturas vivas, su arquitectura sin rigidez— acompaña sin distraer. TRIVVU se convierte en escenario de un encuentro con uno mismo, con los otros, con el gozo de lo bien hecho. Cada detalle parece haber sido pensado para quienes saben que cuidar del cuerpo no es una moda, sino una forma de amor propio.
Y así, NoHa Brunch no se impone como tendencia. Se inscribe en el alma como un ritual moderno. Un paréntesis de belleza entre la semana que fue y la que será. Un espacio donde el tiempo se estira, se saborea, se escucha. Porque en esta terraza, comer es solo el inicio. Lo que realmente ocurre es un reencuentro. Con la calma. Con el gusto. Con la intención de vivir cada mañana al estilo W.
