México en un plato: Chiles en Nogada en Sendero

Algunos platos son una celebración. Se esperan con paciencia, se anuncian con emoción y se reciben como quien reencuentra a un viejo amor. Así fue mi visita a Sendero, el restaurante del JW Marriott Mexico City Polanco, donde agosto y septiembre trane el ritual glorioso de los chiles en nogada.

Todo en ese mediodía tenía la calma de una ceremonia. El espacio, amplio pero íntimo. En Sendero, uno se sienta a la mesa sabiendo que está por vivir algo especial, incluso antes de ver el menú.

Aquí el chile fue majestuoso, vestido con esa nogada tersa como un suspiro, coronado con granada brillante, preciso como un poema escrito con sabores. En cada bocado se sentía México: su historia, su generosidad, su ingenio. El relleno, sutilmente especiado, abrazado por el dulzor natural de la fruta, era un equilibrio perfecto entre memoria y presente.

Antes de llegar a ese instante estelar, me dejé llevar por otras delicias de la carta. Probé los elotes con chipotle, un platillo sencillo en apariencia, pero profundo y nostálgico en sabor. El dulzor del grano, el ahumado del chile, y esa cremosidad tibia que acaricia el paladar: un abrazo disfrazado de entrada. Le siguió la tostada de pulpo, crujiente y fresca, con el molusco cocido a la perfección, firme pero delicado, sostenido por un aliño que bailaba entre lo marino y lo cítrico.

Degusté también la tostada de atún, casi etérea. El atún, rosado, terso, apenas tocado por el aderezo, reposaba sobre la tostada como si supiera que era la estrella silenciosa del momento.

Fueron los chiles en nogada los que sellaron la experiencia con un lazo invisible. Porque solo aparecen un par de meses al año. Porque su existencia es fugaz, como todo lo valioso. Y porque probarlos en Sendero es una conversación con la temporada, una forma de agradecerle a agosto y septiembre por llegar de nuevo.


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