
Esa noche, el tiempo pareció detenerse y abrir una ventana hacia otra época, un espacio donde la elegancia de los años veinte se respiraba en el aire, y cada detalle evocaba el glamour y la sofisticación de una era dorada. La presentación de la nueva edición de Millesime tuvo lugar en Fónico, un escenario que, con su diseño íntimo y su atmósfera vibrante, se convirtió en el refugio perfecto para un encuentro de sentidos y memorias.
El creador de Millesime, Manuel Quintanero, abrió la velada con palabras cargadas de pasión y visión, recordándonos que esta publicación no es sólo un compendio gastronómico, sino un tributo a la excelencia, a la búsqueda constante de lo sublime en cada plato, en cada ingrediente, en cada experiencia. Su voz, serena y profunda, dibujó un recorrido por la historia y el presente de Millesime, haciendo un llamado a celebrar la creatividad y el arte culinario con el respeto y la admiración que merecen.
La música en vivo fue el hilo invisible que tejió la noche, con un trío de jazz que, entre susurros y melodías cálidas, nos transportó a los clubes clandestinos de la década de 1920, cuando cada nota era una invitación a soñar, a sentir y a dejarse llevar. El ambiente vibraba con esa magia inconfundible, mientras las luces jugaban con las sombras, dibujando figuras efímeras que danzaban al ritmo de los instrumentos.

Y luego, el festín para el paladar: el chef Billy Maldonado desplegó su talento con una selección que fue mucho más que comida; fue poesía hecha sabor. Cada bocado revelaba la frescura y la delicadeza de ingredientes cuidadosamente elegidos.
Entre ellos el atún fresco y las ostras provenientes de Sargazo, que llegaron como un regalo del mar para deleitar y sorprender. La textura del atún, suave y firme a la vez, y el frescor salino de las ostras, se combinaron con las creaciones del chef para ofrecer un viaje gastronómico que navegó entre tradición y modernidad.
Los invitados nos entregamos a la experiencia con los sentidos abiertos, reconociendo en cada detalle la pasión y el cuidado que Millesime y Fónico ponen en cada encuentro. Esa noche fue una celebración del arte, la historia y la vida, una invitación a vivir la gastronomía como un lenguaje universal que nos conecta más allá del tiempo y el espacio.