
El del maíz recién molido perfuma la memoria, despierta las raíces, y nos invita a regresar a ese lugar donde México nació: la cocina. En el corazón del Grand Velas Riviera Maya, un santuario donde la belleza natural se une con la hospitalidad más refinada, ha nacido una experiencia que trasciende lo gastronómico para convertirse en un homenaje a la identidad. Su nuevo taller de tortillas es una celebración al alma del país, una danza entre el fuego, la tierra y la historia.
Bajo el suave murmullo del Caribe y el rumor de las palmas, el taller comienza como un ritual antiguo. Los anfitriones, con una reverencia implícita al oficio, nos conducen hacia una mesa de barro y maíz, donde cada elemento tiene su propósito: el metate, la prensa, el molcajete, las canastas de palma que guardan el calor de las tortillas. Aquí, el lujo se expresa en la autenticidad. Cada herramienta, cada textura, nos conecta con siglos de sabiduría culinaria transmitida de generación en generación.

El recorrido inicia con la historia del maíz, ese grano sagrado que dio forma a la civilización mesoamericana y aún hoy palpita en el corazón de cada hogar. Los relatos nos transportan al tiempo en que los dioses moldearon al hombre de masa, al mito que confiere al maíz una identidad divina. Se nos revela la diversidad prodigiosa de las variedades nativas: granos dorados, negros, rojos, azules… un mosaico de vida que México resguarda con orgullo, guardianes de su biodiversidad y su alma.
Luego viene la magia: la nixtamalización. Ese proceso ancestral en el que el maíz se transforma —como en un acto alquímico— en masa, suave, tibia, perfumada. Entre las manos, el grano cobra nueva forma; la textura se vuelve historia viva. Los asistentes, enfundados en delantales blancos, participan con la emoción de quien revive una tradición milenaria. Hay algo profundamente conmovedor en sentir la masa tibia entre los dedos, en presionar la prensa de hierro y escuchar ese suspiro leve, preludio del calor del comal.
Y como todo en México, la tortilla encuentra su complemento en el fuego de las salsas. El taller invita a explorar este universo de sabores con la misma reverencia que el maíz. Sobre la mesa, chiles y tomates rostizados esperan su turno; el molcajete los recibe con gratitud ancestral. El sonido de la piedra moliendo los ingredientes es música de fondo, una sinfonía de texturas y aromas. Cada participante elige su combinación, juega con los contrastes, crea su propia salsa: un acto íntimo y expresivo, donde el gusto se convierte en identidad.
La sesión culmina en un festín. Las tortillas recién hechas, aún humeantes, se doblan sobre las salsas recién nacidas, uniendo en cada bocado el pasado y el presente. El maíz y el chile conversan como viejos amigos, y los comensales —testigos privilegiados— descubren que detrás de lo simple se esconde la grandeza. Este taller, nacido del entusiasmo que despertó el festival de Tacology, se ha convertido en una experiencia permanente dentro del resort, miembro distinguido de Preferred Hotels & Resorts.
